"Debemos intentar encontrar un punto de equilibrio entre la mente y el cuerpo para que de esta forma podamos autorregular el impacto psicológico y emocional que nos suponen las diferentes contrariedades del día a día"

Ana salegui docente curso higiene mental

 

Ana Isabel Gutiérrez Salegui, docente del curso Higiene Mental


 

En una encuesta realizada por el Consejo General de Enfermería (CGE) a las enfermeras de nuestro país a principios de 2022 se concluía que los dos años de pandemia han tenido consecuencias muy graves para la salud mental de estas profesionales: una de cada tres reconoce haber sufrido depresión, seis de cada diez aseguran haber lidiado con problemas de insomnio y casi un 70% ha tenido episodios importantes de ansiedad. Este, y muchos otros estudios publicados en los últimos meses, ponen de manifiesto que la salud mental de las enfermeras se ha visto mermada por el impacto del covid.

La preocupación por la salud de las profesionales de enfermería ha generado la puesta en marcha de diferentes medidas, como la realización del curso Higiene mental, a través de ISFOS (Instituto Superior de Formación Sanitaria). “Esto no es un curso de autoayuda, aquí abordaremos la prevención. Cuando ya hay patología, es necesario acudir a un psicólogo”, explica Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga de profesión, actualmente en la clínica Carpentana y que además trabaja, entre otros, como psicóloga forense en la asociación Clara Campoamor (de defensa de los derechos de las mujeres), tiene su propio despacho, es docente en diferentes centros universitarios y es la encargada de impartir esta formación en el COE Ourense.

“No hemos hecho ningún curso, como tal, hasta este momento porque en medio de una pandemia no era el momento, las enfermeras no tenían tiempo. En su lugar, elaboramos sesiones de un par de horas con técnicas de prevención terciaria, como control de ansiedad, porque el objetivo entonces era lanzarles un salvavidas hasta que la situación nos permitiese ofrecer una formación más completa”. 

La formación, que se realizará en modalidad 100% online, tendrá lugar del 5 al 30 de septiembre de 2022 y es totalmente gratuito para nuestras colegiadas (el plazo de matrícula está abierto hasta el 26 de agosto).

La necesidad de impartir este curso surge tras la irrupción de la pandemia. ¿Se hacía antes algo similar?

Alguna vez hemos hecho algún taller puntual, pero de manera muy concreta. Generalmente trabajamos la formación especializada porque es lo que más nos demandan los propios profesionales: aumentar su formación en un ámbito muy específico porque les resulta interesante y útil en su trabajo.

Pero, de pronto, cambia el foco y lo importante pasa a ser sobrevivir a la situación, no solo evitando el contagio, sino emocionalmente hablando. Los primeros meses fueron de una tensión increíble, sin saber cuánto iba a durar la pandemia, con la escasez de equipos de protección y la ausencia de una vacuna para combatir la enfermedad.

Especialmente para las enfermeras, pues la naturaleza de su trabajo las acerca al paciente más que otros profesionales.

Los colectivos más expuestos fueron la enfermería y las profesionales de cuidados auxiliares de enfermería; eran quienes realizaban las prácticas consideradas más arriesgadas en términos de contagio.

Llevo dos décadas trabajando en el CGE y puedo decir que conozco muy bien al colectivo. Hay enfermeras que están habituadas a tratar más directamente con la muerte, como pueden ser las que trabajan en oncología, UCI o urgencias, y otras que lo estaban en menor medida, como las profesionales de atención primaria. Pero, de pronto, todas se vieron abocadas a lidiar con esta situación, en medio de la incertidumbre de no saber la forma de transmisión de la enfermedad, en contacto constante con fallecimientos en muchos casos difícilmente aceptables, como gente muy joven o personas que lamentablemente murieron solas.

¿Está siendo difícil la recuperación para las profesionales?

Es que el impacto fue brutal. Estamos hablando de unos niveles de afectación elevadísimos en sanitarios, con cuadros ansioso-depresivos, incluso con ideación suicida, y  estrés postraumático. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el estrés postraumático, la ansiedad y la depresión se han incrementado cinco, cuatro y tres veces a raíz de la pandemia en la población general, que no ha tenido el contacto con la muerte que ha existido en el entorno sanitario, con lo cual, tenemos un factor agravante.

Teníamos que actuar de alguna forma, ir al origen del problema e intentar instaurar unos hábitos preventivos de cuidados y conocimiento de los síntomas para que cada persona supiese detectar de manera precoz sus propios padecimientos y poder pedir ayuda.

¿Está el sistema lo suficientemente dotado para hacer frente a estas preocupantes cifras de impacto en la salud mental?

No, no hay recursos, en salud mental estamos totalmente colapsados. Ayer vi a una paciente a las 23,00 horas y llevaba consultando de manera ininterrumpida desde las 15,00 horas. Yo trabajo en la sanidad privada y tenemos listas de espera de dos meses; la situación de la pública es mucho peor. Es fundamental poner el foco en que la única sanidad sostenible es aquella que se basa en la prevención primaria; un sistema sanitario centrado en la prevención terciaria, se hunde, y es lo que nos está pasando.

Hay una falta preocupante de profesionales de psicología, por eso la sanidad pública está colapsada. La ratio europea de psicólogos es de 35 por cada 100.000 habitantes; en España no llegábamos a 18 antes de la pandemia, figúrate ahora. Intentas abarcar a más pacientes, de manera que la calidad asistencial se ve mermada, pero es algo que estamos viendo en absolutamente todas las especialidades, no somos la excepción.

El programa del curso presta una especial atención a la prevención. ¿Cómo mantenemos nuestra salud mental en un estado, digamos, de equilibrio?

Lo primero que tenemos que hacer es interiorizar la importancia de adquirir una serie de hábitos de autocuidado relacionados con la salud mental para evitar desarrollar cuadros psicológicos como de los que estamos hablando, de la misma forma que tenemos asimilado que una buena salud bucodental se consigue con una higiene diaria.

Evidentemente, cada persona tiene unos rasgos de personalidad concretos que le predisponen a seguir una dirección u otra ante un estresor externo, como puede ser el fallecimiento de un familiar o un proceso de divorcio. Pero, si tenemos unos determinados hábitos, podemos lograr que el impacto en nuestra salud mental sea menor. Trabajar por una salud mental sólida construída sobre hábitos cotidianos nos permitirá lidiar con esos estresores de otra manera, controlando que se desencadene de manera prematura un determinado cuadro psicológico que requiera una intervención profesional.

¿Cuáles son esos hábitos que debemos introducir en nuestras vidas?

Hay determinadas pautas que son comunes a todo el mundo, como prestar especial atención a nuestra alimentación, hábitos de sueño y evitar todo tipo de tóxicos. Con respecto a las técnicas psicológicas, en función de cada persona serán efectivas unas u otras, dependerá en gran medida de nuestra personalidad, y para ello debemos hacer un trabajo de autoconocimiento, que es la base del curso Higiene mental

Debemos preguntarnos qué es lo que necesitamos, lo que deseamos, si hemos tomado el camino que nos lleve a ese lugar o en qué dinámicas nos hemos sumergido que nos perjudican y la forma de salir de ellas. Vamos a aprender a evaluarnos a nosotras mismas y nuestra situación, cuáles son las técnicas autoaplicadas más adecuadas para prevenir y detectar precozmente, conocer los síntomas más comunes para saber identificarlos, algo que muchas veces lamentablemente obviamos o tratamos de justificar. La irritabilidad, por ejemplo, es uno de esos síntomas precoces que nos indica que algo va mal y que quizás debemos hacer un cambio para atajarla.

Uno de los puntos del curso habla de La salud mental como centro del enfoque bio-psico-social. Equilibrio y homeostasis. ¿Qué significa esto?

De la misma forma que el cuerpo regula su homeostasis debemos intentar encontrar un punto de equilibrio entre la mente y el cuerpo para que de esta forma podamos autorregular el impacto psicológico y emocional que nos suponen las diferentes contrariedades del día a día, algo que sucede en nuestra vida cotidiana.

Hay personas que conviven con enfermedades físicas graves o patologías crónicas, por ejemplo, y sin embargo su salud mental es sólida porque ha habido un proceso de adaptación y la enfermedad no les supone un detrimento en su calidad de vida.

Esto no ocurre cuando hablamos de una persona que padece un cuadro ansioso-depresivo porque aunque físicamente esté sana, su percepción de calidad de vida es muy mala. Es importante cuidar nuestra salud física, por supuesto, pero prestamos demasiada atención a nuestro cuerpo y muy poco a la salud mental. Hay que encontrar el equilibrio.

Otra parte de la programación de la formación se centra en el modelo transteórico del cambio de Prochaska y Diclemente, de motivación para el cambio. ¿En qué consiste y cuáles son sus beneficios?

Este modelo psicológico se lo explicaré a las participantes en el curso para que entiendan que cambiar una conducta no es fácil, porque son hábitos adquiridos y que están interiorizados. Por esta razón es importante trabajar la motivación para el cambio y encontrar cuál es la más adecuada para cada uno de nosotros.

Una vez encontremos aquello que nos motiva debemos buscar la manera de hacer el cambio de manera progresiva para que sea eficaz. Los cambios repentinos no funcionan, porque nos suponen un esfuerzo tan grande que nos agota y nos lleva de vuelta al hábito anterior, el insano. Una vez emprendido el camino del cambio, debemos monitorizarnos para evaluar así si lo estamos haciendo bien, si podemos mejorar algo más, y premiarnos de alguna forma como medida de refuerzo de nuestra nueva conducta.

El modelo transteórico del cambio de Prochaska y Diclemente tiene unos pasos que hay que seguir y es importante conocerlo para poder aplicarlo a uno mismo. Desde mi punto de vista, en determinados casos con sintomatología leve y de poco tiempo de instauración, es mejor abordar la situación con una terapia corta.

¿Cómo de difícil es identificar estos síntomas?

Hay un apartado específico que aborda la detección de nuestros síntomas, una especie de autodiagnóstico, que no sustituye en ningún caso al diagnóstico profesional y especializado, pero que nos orienta para saber si debemos pedir ayuda.

¿Qué ocurre cuando una persona se resiste a recibir ayuda profesional?

Es una situación distinta. Precisamente dentro del modelo se plantea un análisis de la realidad propia para buscar signos, como pueden ser ganas de llorar o explosiones de irritabilidad, que nos permitan identificar qué nos está pasando. Buscar una solución implica un cambio y eso supone un esfuerzo, pero hay que intentar pensar en cómo nos gustaría sentirnos de aquí a un tiempo. Es como cuidar una herida, tienes que ir poco a poco, viendo cómo evoluciona e introduciendo más cambios que sean beneficiosos.

¿Qué valoración haces de esta formación y de sus beneficios sobre las profesionales que participen?

Que no tiene contraindicaciones. Probar algo que mejore nuestra situación es siempre una apuesta por la calidad de vida, por la felicidad. Es una inversión muy pequeña de tiempo en comparación con los beneficios que se pueden obtener. Es un curso muy bonito que te lleva a través de un camino de autoconocimiento y que te facilita herramientas para mejorar tu vida. 

Los profesionales de psicología tenemos la obligación de dar ejemplo a los colectivos con los que trabajamos, pero también la de cuidarnos a nosotros mismos para poder cuidar a los demás. Las pautas que seguimos para evitar contagios de enfermedades físicas deberían aplicarse también a nuestra mente, porque sin ella, no hacemos nada.


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