Enfermería penitenciaria: una mano amiga invisible, pero imprescindible

Bajo un sol de justicia y tras un largo recorrido en coche por las afueras de Madrid – casi lindando con Castilla-La Mancha – se llega al centro penitenciario de Estremera, conocido como Madrid VII, un centro que literalmente está en medio de la nada. Atravesar las puertas de Estremera es sencillo, apenas un control y unas cuantas llamadas previas con quien corresponde te permiten entrar al lugar, aunque con mucha vigilancia. Se van abriendo las puertas con un sonido que te recorre todo el cuerpo. Se pasan varios tornos, puertas de seguridad y durante el recorrido muchos funcionarios pasean mientras vigilan las instalaciones. A la llegada está Irene Isabel Argenta, supervisora de enfermería de prisiones en Madrid VII, con una sonrisa inmensa que ilumina su cara y su pijama de enfermera debidamente puesto. Su mirada y gestos dejan ver que, a pesar de lo hostil del entorno, una cárcel no deja de ser un “pequeño pueblecito” – como ella describe – con sus jardines, centro de salud y hasta un pequeño centro sociocultural donde los internos realizan desde obras de teatro hasta talleres de pintura.

BALLESTEROS. INÉS (01/10/2022) Enfermería penitenciaria: una mano amiga invisible, pero imprescindible. Diario Enfermero. Recuperado de: www.diarioenfermero.es Fotografía: Diario Enfermero

Bajo un sol de justicia y tras un largo recorrido en coche por las afueras de Madrid – casi lindando con Castilla-La Mancha – se llega al centro penitenciario de Estremera, conocido como Madrid VII, un centro que literalmente está en medio de la nada. Atravesar las puertas de Estremera es sencillo, apenas un control y unas cuantas llamadas previas con quien corresponde te permiten entrar al lugar, aunque con mucha vigilancia. Se van abriendo las puertas con un sonido que te recorre todo el cuerpo. Se pasan varios tornos, puertas de seguridad y durante el recorrido muchos funcionarios pasean mientras vigilan las instalaciones. A la llegada está Irene Isabel Argenta, supervisora de enfermería de prisiones en Madrid VII, con una sonrisa inmensa que ilumina su cara y su pijama de enfermera debidamente puesto. Su mirada y gestos dejan ver que, a pesar de lo hostil del entorno, una cárcel no deja de ser un “pequeño pueblecito” – como ella describe – con sus jardines, centro de salud y hasta un pequeño centro sociocultural donde los internos realizan desde obras de teatro hasta talleres de pintura.

Centro Penitenciario Madrid VII, Estremera

Cuando entras en Estremera todo parece tranquilo. Dejas tu mundo, obvias todo lo que hay fuera de esas vallas y torre de seguridad y entras en ese entorno pintoresco. Es como una pequeña ciudad compuesta por sus propias normas, horarios, códigos, grupos, idiomas o formas de abastecerse. Hasta tienen su propio economato. A pesar de las diferencias, todos los que viven allí tienen un punto de unión, un nexo común. Están en Madrid VII para rehabilitarse, para curarse – en muchos casos – pero, la mayoría para reinsertarse en la sociedad mientras cumplen condena, los hay que tienen penas menores, que son conscientes de que pronto podrán volver a su vida normal. Internos que saben que deben cumplir las normas, comportarse y readaptar su vida cotidiana a un mundo en el que la delincuencia no forme parte de su vida nunca más. También hay otros con penas mayores a los que la justicia les ha puesto sobre la mesa tener que vivir 30, 40 o incluso más años en un módulo con vigilancia y privados de la libertad que un día quebrantaron. Estos últimos, suelen ser los más conflictivos, pues sus expectativas de volver a la vida tal y como la conocían son mucho más bajas.

 

Enfermera de prisiones, una figura esencial

 

Irene I. Argenta en la Unidad Terapéutica o módulo de respeto para internos con problemas de drogadicción

Irene acompaña al equipo durante todo el recorrido mostrando cómo es su trabajo diario. Estremera es un centro penitenciario que está formado por 19 módulos – incluido ingresos, aislamiento y enfermería – donde aproximadamente 1.100 personas, entre hombres y mujeres, cumplen sentencia. Esta profesional no sólo trabaja en su consulta, sino que también se desplaza con todo el material de enfermería y junto a un equipo multidisciplinar a los módulos para atender diferentes tipos de necesidades que se pueden llegar a presentar en un entorno hostil como este. “En las dependencias donde se encuentra la enfermería viven personas que necesitan un ingreso hospitalario, bien porque necesitan oxígeno, cuidados o un mayor control de la medicación. En muchas de las salas donde se encuentra la enfermería compartimos dependencias con otros profesionales también necesarios como son los psicólogos, psiquiatras o matronas que hacen consultas ginecológicas, entre otras acciones. En Estremera tenemos población mixta por lo que es necesario poder garantizar el acceso y derecho a la sanidad a todos. Por último, tendríamos la sala de urgencias. Nuestro día a día lo programamos como cualquier centro de salud en el que damos atención a nuestros internos”, cuenta la supervisora.

Como en Estremera, en una de las esquinas de España – en Figueres (Girona) – se encuentra Sana Chaer, otra enfermera de prisiones del centro penitenciario Puig de les Basses. Ella cuenta también cuál es la verdadera situación dentro de un centro penitenciario y las situaciones a las que se enfrenta un interno desde que entra a cumplir condena a estas instalaciones. Insomnio, depresión, ansiedad… Incluso para muchos de ellos su ingreso es la primera ocasión en la que entran en contacto con el sistema sanitario o la primera vez que conocen la figura de la enfermera, la cual les resulta extraña de primeras, pero con la que terminan generando una relación de confianza plena.

Sana Chaer entrando en el centro de Puig de les Basses

“Muchos de ellos no suelen ir al médico de forma habitual, sólo van cuando les duele algo. Y aunque tengan un consumo activo de drogas no tienen interiorizado el concepto de que se deben cuidar, muchas veces en ingresos nos damos cuenta de que en su historial clínico sólo hay urgencias, cosas muy puntuales. De ahí nosotras empezamos a ver el tipo de paciente que tenemos. Un paciente que no se preocupa de cuidarse. Cuando llega este tipo de paciente cuesta que él entienda nuestra figura. A veces es necesario darles su espacio para que entiendan la preocupación de la enfermería por cuidar de su salud. También hay que entender que entran en un ambiente hostil, de hecho, nos lo transmiten en la consulta. Entran en un módulo donde hay grupos ya formados, entre los que se entienden y apoyan. Cuando entran los hay que quieren rehabilitarse lo antes posible, pero hay otros que tienen sentencias muy altas y no ven tan rápida esa salida, estos son los más problemáticos porque, además, intentan acoger a otras personas en sus grupos, hacen motines si hay algo del régimen con lo que no están de acuerdo… Nosotras intentamos ver quiénes son los líderes porque si nos ganamos su confianza, nos ganamos la confianza de todo el módulo y así podemos hacer mejor nuestro trabajo”, cuenta Chaer.

Promoción de la salud, invisibilidad y estigma

En un entorno en el que los internos se encuentran privados de libertad, la figura de la enfermera entra en acción casi como una mano amiga para ellos. En este contexto, la promoción de la salud se convierte en la parte prioritaria para estas profesionales y, a su vez, esencial para los internos. Sin embargo, a pesar de la importancia de su presencia, la enfermera de prisiones sigue siendo una figura invisible, incluso algo estigmatizada en ocasiones. “En enfermería hacemos mucha prevención y promoción de la salud que al final son los principales objetivos a nivel mundial. Aquí trabajamos mayoritariamente con población sana y, por ello, hacemos muchos protocolos, contacto con el paciente… Te acabas impregnando de ellos y te sientes muy realizado porque es un trabajo que no pierde continuidad en el tiempo. Porque lo que hacemos ahora con nuestros pacientes sigue en el tiempo y hacemos cuidados a largo plazo. Tiene resultados muy positivos en los internos. Incluso realizamos tareas dentro de farmacia, como encargarnos de la metadona, la carga de medicación… tareas imprescindibles dentro de una prisión”, cuenta Argenta.

La enfermería dentro de un centro penitenciario es la base de su sanidad, pero hay que tener en cuenta que “tenemos una población recluida del resto de la sociedad, que necesita unos cuidados y acciones de prevención determinados. La base de nuestro trabajo es la prevención de la enfermedad y cuidar de una población que tiene muchas necesidades y al fin y al cabo es un trabajo multidisciplinar”, sigue.

Uno de los pasillos donde se encuentran las celdas de uno de los módulos de Madrid VII

Por su parte, Chaer lo tiene claro. Para ella la promoción de la salud dentro de un centro penitenciario es lo más importante. “La enfermería de prisiones está muy sobrecargada por la cantidad de acciones que llevamos a cabo solas. Muchas veces los internos tienen un problema y no saben a quien acudir y terminan acudiendo siempre a enfermería. La institución no le da tanta importancia a nuestro papel. Dentro de prisiones todo es muy piramidal. Por eso, intentar cambiar cosas como, por ejemplo, la alimentación o hacer talleres de promoción de la salud es complicado porque lo frenan por la falta de recursos sanitarios y, al final, tenemos que atender cosas básicas. Las veces que lo hemos intentado nos hemos encontrado problemas de compatibilidad. Realmente no dan importancia al papel de la enfermera en la promoción de la salud. Nos hemos encontrado con comentarios de funcionarios incluso, pero nuestro trabajo es “picar piedra” hasta conseguir influir en la mayor parte de los internos. Dan más importancia a las urgencias o cuando hay una situación de estrés, pero a la hora de mejorar su salud cuando no hay ningún problema es lo que no entienden las Instituciones Penitenciarias y, realmente, es donde más trabajo tiene la enfermería y donde más podemos demostrar que eso puede ayudar y ayudaría mucho a los internos. Actualmente, hacemos muy pocas cosas porque no tenemos ni medios ni apoyos y esto cansa porque no tenemos que estar justificando nuestro trabajo constantemente”, cuenta Chaer.

Lo cierto es que el papel de la enfermera de prisiones, a pesar de la visibilidad que tienen en los centros penitenciarios, es una figura muy poco reconocida por la población general, tanto que las profesionales llegan a estar “ocultas, igual que los propios presos. Se habla muy poco de nuestra profesión y cuando se habla, se hace de forma muy sensacionalista. Cada vez estamos cogiendo más fuerza. La población debe conocer nuestra figura como lo que somos, una enfermera versátil, capaz de entender la salud mental, los pacientes crónicos, las infecciones, temas de drogadicción, suicidio, autolesiones… en resumen, una enfermera muy capacitada”, explica Rafael Clua, enfermero asistencial de prisiones con más de 20 años de experiencia en el centro penitenciario de Brians I, en Barcelona.

 

Una mano amiga

Cuando un interno llega a prisión puede hacerlo con algún tipo de problema de salud o bien pueden ingresar sin enfermedades aparentes. Su primer contacto – más allá de los propios funcionarios – es con la enfermera, quien les hace una primera valoración clínica. La relación enfermera-paciente va creciendo poco a poco y se va consolidando a medida que el interno cumple condena. La confianza llega a tal punto entre ellos que, finalmente, la enfermera pasa a ser su mano amiga, aquella que les da un espacio de paz en el que ellos se sienten confiados. Ellas trabajan bajo “el secreto profesional, y ellos saben que ahí pueden contarnos todo lo que les preocupa, ya que de ahí no va a salir. En ocasiones, sólo se desahogan porque cuando un interno llega al centro la salud mental se va degenerando. Al fin y al cabo, ellos están privados de libertad y es muy frecuente que aparezca la ansiedad, depresión, insomnio o baja autoestima”, explica Chaer. La figura de la enfermera en prisión va más allá de la promoción de la salud, pasan a formar parte de la familia de los internos, tanto que “la relación de confianza entre enfermera y recluso es un vínculo muy fuerte en el que ellos pueden decirnos todo sin miedo y nosotras solo trabajamos para mejorar su estado”.

Gracias a ese vínculo, las enfermeras de prisiones han logrado desde la superación de drogadicciones, o enfermedades de salud mental, hasta una mejora en la alimentación de los internos, ya que al estar en contacto con los economatos esta se deteriora gravemente. El conocimiento de enfermería de instituciones penitenciarias de los factores que llevan a que una persona termine en prisión es fundamental, por ejemplo, en muchas ocasiones “nuestra primera entrada puede ser un debut de una enfermedad mental, ahí vemos que necesita atención psicológica, que quizá se le ha mal atendido externamente y que son personas que han tenido peor calidad de salud. Aquí tenemos la unidad terapéutica y establecemos muchísimo contacto con personas que verdaderamente se quieren reinsertar en la sociedad, que de verdad quieren dejar las drogas; en definitiva, que quieren volver a nacer. Por eso, nos tienen mucha estima porque somos su persona de confianza. Nosotros estamos ahí para apoyarles porque somos el primer referente para ellos”, afirma Argenta acerca del centro de Estremera.

Irene Isabel Argenta en la consulta de enfermería de Madrid VII

 

Barreras de acceso sanitario

En ocasiones, los internos que llegan a prisión viven por primera vez su contacto con el personal sanitario y con la sanidad en general. Son personas que, bien por su condición social, bien por las oportunidades que han tenido a lo largo de su vida o bien por una mala educación sanitaria no han tenido posibilidad de acceder a un sistema sanitario que vele por su bienestar.

Por ello, cuando este primer contacto se produce, los internos se dan de bruces con multitud de barreras. “En prisiones preventivas nos encontramos un grueso bastante amplio de personas consumidoras extranjeras que tienen problemas de barreras idiomáticas y de acceso a la salud tanto en la comunidad, como dentro de prisiones y, muchas veces, ingresan bastante deterioradas y siguen teniendo grandes problemas de salud y de acceso. Dentro de prisión, una vez que empiezan a conocer el sistema y, también por como funcionamos dentro, es más fácil llegar a este tipo de poblaciones porque hay mucho tiempo disponible para acceder a ellos y citarles en consulta y trabajar desde la adherencia a través de tratamiento de sustitución con opioides, intervenciones de reducción de daños o tratamientos crónicos relacionados con las enfermedades de transmisión sexual o sanguínea y los problemas de salud mental. En los últimos años se han equipado bastante los equipos de salud dentro de prisiones”, cuenta Clua, que también es enfermero especialista en Salud Mental y doctor en Antropología Social y Cultural.

Una maleta de información vacía

Multitud de series y películas han idealizado esta profesión, sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los profesionales por desmentir esta idea de la figura de la enfermera en prisiones, lo cierto es que cada vez son menos los profesionales que deciden embarcarse en la enfermería penitenciaria. Desde el ámbito universitario se ofrecen pocas herramientas, “no se estudian muchas de las cosas que necesitas saber. De hecho, cuando yo estudié no había nada de esta figura, no hay asignaturas o conocimientos relacionados. En Girona no hay nada, todo lo que sabemos es lo que nos han enseñado otros enfermeros con más experiencia que ya estaban trabajando aquí”, cuenta Chaer.

Ulpiano Tejerina enfermero de Instituciones Penitenciarias y jefe de servicio de Información Sanitaria

Sin embargo, por su parte, Ulpiano Tejerina, enfermero de Instituciones Penitenciarias y jefe de servicio de Información Sanitaria, afirma que a día de hoy existen acuerdos de colaboración entre prisiones y determinadas universidades, “pero son puntuales y no hay una estrategia global que a mi juicio y dadas las características, sobre todo más psicosociales, sería bastante interesante. La enfermería ha tenido y, sobre todo, a nivel comunitario y también por falta de recursos, un carácter instrumental centrado en las tareas. Pero cada vez se está viendo que lo que es el abordaje integral y, sobre todo, la parte psicosocial cuando hablamos de atención comunitaria o en instituciones penitenciarias es lo que provoca esos cambios que hacen que la población asuma unos hábitos en relación a la prevención o el autocuidado. La enfermería es el profesional idóneo para realizar este tipo de estrategias. La enfermera de prisiones debe tener incluso destrezas más elevadas que una enfermera en el ámbito comunitario. Por suerte, ahora las enfermeras, a través de plataformas, colegios o universidades, estamos bastante formadas. Y también dentro de la Subdirección General de Sanidad se está apostando por la formación y la actualización de todos los conocimientos y todas las competencias enfermeras de forma más concreta dentro de Instituciones Penitenciarias”.

 

Cuidar sin prejuicios

A pesar de lo duro y difícil que pueda parecer ser enfermero en un centro penitenciario por lo hostil del entorno o por la complejidad de los cuidados, terapias o situaciones a las que todos y cada uno de los entrevistados se han tenido que enfrentar en algún momento de su carrera, lo cierto es que todos ellos están orgullosos de pertenecer a esta comunidad. Para ellos, la satisfacción de ofrecer sus conocimientos y cuidados a aquella parte de la población que se encuentra privada de libertad le da sentido a todo. Ser enfermera en un centro penitenciario te pone en situaciones en las que la ética entra en juego. Y muchas otras en las que el abandono de la profesión se te pasa por la mente por tenerte que enfrentar a denuncias o por tener que justificar tu trabajo de forma constante. Pero las enfermeras y enfermeros de prisiones ante todo son profesionales de la sanidad que eligieron esta profesión para deberse al cuidado de los demás, sin importar la raza, las creencias y sin meter de por medio la ética personal, porque para una enfermera de prisiones cualquier persona tiene el derecho a ser cuidado, atendido y curado.

Entonces, ¿cuál es la clave? Cuidar sin prejuicios, pero cada sanitario tiene la decisión en su poder. “Tenemos acceso a toda la información de los internos y por eso cuando entré preferí evitar conflictos éticos y prejuicios y decidí no saber ningún delito de mis pacientes para tratarlos a todos por igual”. Y así ha hecho durante estos seis años como enfermera de prisiones Sana Chaer: “Nunca he cambiado mi forma de tratar al paciente”. Igual que Irene Isabel Argenta, que trabaja “con calidad humana, veo una persona que necesita atención, aunque no sea demandada, pero se lo ofrezco”. De la misma forma que Rafael Clua, que, aunque reconoce lo duro que es trabajar en un lugar que puede llegar a ser muy hostil “hay que saber muy bien donde estás y cuáles son tus funciones, pero nuestro objetivo es promover la salud y la educación sanitaria para mejorar el bienestar a nivel de salud de las personas privadas de libertad”.


Imprimir  
Usamos cookies

Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su consentimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a las de OCE OURENSE que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.