Enfermería al límite

"Ya no puedes más ¿no? Esto fue lo primero que me dijo mi médico con solo verme los ojos detrás de la mascarilla nada más entrar en su consulta", comenta Esther, una enfermera andaluza que ha preferido mantener su identidad en el anonimato.

ALMENDROS, A. (17 de febrero de 2022). Enfermeras al límite. Diario Enfermero. Recuperado de www.diarioenfermero.es

“Ya no puedes más ¿no? Esto fue lo primero que me dijo mi médico con solo verme los ojos detrás de la mascarilla nada más entrar en su consulta”, comenta Esther, una enfermera andaluza que ha preferido mantener su identidad en el anonimato. Ella, al igual que muchas compañeras se plantea todos los días dejarlo. “De hecho, en una de las crisis de ansiedad eché el currículum a Mercadona. Siento que no merece la pena. Vemos que no hay nadie que respete a la enfermería, y la sobrecarga de trabajo que tenemos no es normal. Conozco a muchas compañeras que van medicadas al trabajo. En mi caso preferí parar, acudir al médico y seguir una medicación pautada. Tenía que tomar distancia”, prosigue Esther.

En España hay 6 enfermeras por mil habitantes mientras la media europea, son 8 enfermeras por mil habitantes. “Si esto es inabarcable en una situación ordinaria, en una pandemia es imposible de sobrellevar. Por eso, queremos evaluar cómo están con datos para demostrar a las administraciones que la situación es insostenible y deben poner una solución si no quieren que nuestras profesionales se marchen a otros países o abandonen la profesión para siempre”, argumenta Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería.

José Miguel Carrasco, presidente del Consejo Andaluz de Enfermería (CAE), asegura que además “hay compañeros que se están prejubilando. A la incertidumbre del futuro de las pensiones se suma la situación a la que hacen frente cada día. Ven que jubilarse antes no les supone un sacrificio respecto a todo lo que evitan”.

Ola a ola

La pandemia ha sido también un reto para todos los sanitarios, “pero cada ola que tenemos que sortear me pilla más cansada y creo que esta sexta me ha revolcado”, expone Beatriz, enfermera navarra. “En la primera estaba psicológicamente más fuerte. Mes a mes, protocolo tras protocolo, bajas sin cubrir, vacaciones que no te puedes coger, enfados, impertinencias, agresiones verbales de los usuarios, agendas a rebosar, noches rotas con sueños y pesadillas… Es ahora cuando mi salud mental está colgada de un hilo”, prosigue. Beatriz no ha decidido dejar la profesión de momento, pero sí se lo ha planteado. “En Navarra se nos ha juntado la situación ‘política’ que no veía venir la sexta ola, con las oposiciones… La impresión es que nos han dejado solas en la trinchera. Sin cubrir las bajas tenemos que hacer frente las pocas que quedamos, y en la retaguardia no se ve a nadie”, denuncia. Isabel Iturrioz, presidenta del Colegio de Enfermería de Navarra, está al igual que sus colegiados en activo y también vive la situación en primera persona. “Aunque nuestra capacidad de resiliencia es muy grande, lo que antes eran comentarios esporádicos ahora parecen ser más trabajados y realistas”, señala Iturrioz.

 

"Mi salud mental está colgada de un hilo"

 

Hace unos meses se publicó en Navarra los resultados del estudio “Mental-PRO-COVID” en el que colaboró el colegio de enfermería de la provincia y lideró la doctora enfermera Cristina García Vivar. “Este riguroso estudio muestra unos datos preocupantes, ya que en casi el 62% de las 5.700 enfermeras participantes, se detecta una afectación de su salud mental entre moderada y leve. No se ha concluido el análisis de la segunda parte del estudio, pero ya con los datos preliminares las cifras son alarmantes: casi un 50% de las participantes quiere cambiar de puesto de trabajo y en casi la mitad ese cambio implicaría dejar su profesión enfermera”, comenta Iturrioz. “Además, los datos de bajas por COVID son preocupantes, pero los de bajas por problemas de salud mental lo son más todavía”, resalta preocupada.

Como reflexión, la presidenta del Colegio de Enfermería de Navarra solicita que “el impacto del COVID en nuestras vidas como enfermeras no puede quedarse en un abandono de la profesión. Puede y hasta debe pasar por verbalizar todo lo que nos preocupa y pedir las responsabilidades que estimemos oportunas. Pero, sobre todo, debe evidenciar nuestra resiliencia y aprender, no sólo a cambiar protocolos en la práctica, sino a cambiar nuestra forma de entender la atención centrada en el paciente y trasladarla a todos los ámbitos de decisión. Investigar, difundir y cambiar con datos las políticas de salud. Este cam bio se puede hacer ‘desde fuera pero debería realizarse ‘desde dentro’”.

Hartazgo

El cansancio es evidente que existe, pero sobre todo lo que se palpa en los hospitales y centros de salud es una sensación de hartazgo. “Estamos preocupadas porque la pandemia no nos ha hecho mejores, no ha mejorado la humanización en las organizaciones y la administración. Más bien al contrario, hemos tenido que salir a la calle para pedir lo que esta pandemia ha puesto tan claro encima de la mesa: sin, ratios, recursos, estabilidad profesional y pedir, a voz en grito, estrategias, liderazgo y desarrollo de los nuevos paradigmas profesionales que requieren de cuidados de alto nivel, para lo que están preparadas las enfermeras de este país”, señala Pilar Lecuona, presidenta del Colegio de Enfermería de Guipúzcoa.

 

"Sólo se acuerdan de nosotras cuando se llenan las UCIs"

 

Y es que las enfermeras españolas llevan encadenando contrato tras contrato durante años. “He pasado por muchos contratos en estos años de vida laboral, saltando deun puesto a otro. Esta situación ya suponía una dificultad importante para mi vida personal, pero lo que ha sido más grave aún es ver, cómo después del esfuerzo y de los aplausos, seguimos en las mismas circunstancias, sin ser suficientes para hacer todo el

trabajo, cubriéndonos entre nosotras y sin saber si vamos a renovar, se va a resolver la OPE, etc. Y cada vez más cansados y menos reconocidos”, argumenta Pedro, un enfermero madrileño que prefiere mantener su identidad en el anonimato.

“Las administraciones sólo se acuerdan de las enfermeras cuando se llenan las UCIs de los hospitales o cuando hay que vacunar de forma masiva a la población. Cuando baja la incidencia nunca se tiene en cuenta la falta endémica de profesionales. A pesar de que la enfermería es una profesión vocacional, si los gestores no cuidan a los que nos cuidan y velan por la salud de la población, muchos se hartarán y se negarán a seguir prestando servicios a la sociedad”, advierte Juan José Tirado, presidente del Consejo de Enfermería de la Comunidad Valenciana (Cecova).

Emigrar

Para Inés López, presidenta del Colegio de Enfermería de La Coruña, “el escenario es desolador. Muchos compañeros se inclinan, incluso, por contratos en los centros hospitalarios privados porque en la sanidad pública los contratos son más precarios, o incluso deciden emigrar a otros países donde las condiciones laborales son mejores”.

 

"Hay muchos compañeros que deciden emigrar"

 

Es el caso de Nuria, una enfermera madrileña, que no se ha planteado abandonar la profesión porque para ella es algo vocacional, “pero me estoy haciendo un experto en cooperación para desvincularme durante un tiempo de la hospitalización, del trabajo del día a día en una planta”. A Nuria la pandemia le ha marcado mucho a nivel personal, “he tenido que reducir mucho las relaciones sociales y familiares que para mí son muy importantes. Además, las relaciones entre compañeros se han visto afectadas por el estrés que soportamos ya que nos enfrentamos a situaciones que nos producen miedo e inseguridad”.

Los estudiantes de Enfermería también se han visto afectados por la situación. “Se nota en la mayoría de las unidades en las que rotamos. Las malas condiciones laborales y la carga de trabajo están provocando en los profesionales un nivel de cansancio que no permite dar a nuestros pacientes la atención que merecen.

Los estudiantes no han perdido tanto la motivación, sino que hay casos de algunos compañeros que se han cruzado con tutores con un alto nivel de burnout que hacen que nuestros días también sean duros”, resalta Pilar Lozano, presidenta de la Asociación Estatal de Estudiantes.

Salud mental

En la primera ola, Pedro pidió ayuda a su colegio de enfermería para poder dormir fuera de casa e ir y volver del hospital a un sitio que no fuese su hogar. “Al tener niños no me atrevía a regresar a casa y exponer a mi familia a una enfermedad que estaba poniéndonos contra las cuerdas. Además de contagiarnos muchos, tengo compañeros que no se han recuperado. Y, todo esto deja huella en nuestra salud mental”, añade el enfermero madrileño.

“Nuestras compañeras se sienten infravaloradas y utilizadas. Nos transmiten su frustración e impotencia por ser las peor pagadas de nuestro país”, afirma Sara Gasco, secretaria general del Colegio Enfermería de Madrid (Codem). “Pasado el tiempo han empezado a surgir los efectos de este primer año, con consecuencias muy negativas en la salud mental de muchas de ellas”, comenta. Muchas incluso se plantean abandonar, “Según nuestros cálculos en base al número de colegiaciones de cada año, estimamos que en torno a 400 enfermeros y enfermeras de la promoción universitaria 2014-2020 se graduaron, pero no están ejerciendo en la Comunidad de Madrid. A esto hay que sumar las prejubilaciones y las jubilaciones, que aumentan en el último trimestre del 2020 y 2021, alcanzando la cifra de 502. Esto se traduce en que cada vez tenemos menos enfermeras ejerciendo”, resalta Gasco.

Pedro, por ejemplo, ha parado un tiempo: “Ha llegado el momento de cuidarme a mí mismo, porque no puedo cuidar de los demás en estas circunstancias. No puedo valorar si volveré a ejercer, pero me entristece mucho”.

Del aplauso al olvido

Las enfermeras pasaron del miedo en la primera ola de la pandemia al agotamiento en esta última. “Son casi dos años de pandemia, y en esta ola he visto lo peor del ser humano. Cuando llegó la explosión de ómicron vimos que la gente seguía con su vida y nosotros, en cambio, no la teníamos. En una de las ocasiones me puse el traje EPI y me ahogaba. Me dio un ataque de pánico y desde entonces estoy de baja por ansiedad”, resalta Esther, que desde entonces está de baja.

"He perdido un poco la fe en la sociedad"

Por su parte María Monguilot, enfermera navarra, dice haber pasado “de la esperanza al derrotismo, de la resignación al enfado, de decir ‘oye cómo curramos y todo lo que somos capaces de hacer’ a la tristeza. Me ha marcado porque he tenido que enfrentarme a muchos miedos, ha aprendido a desenvolverme en una situación cambiante diaria, me ha hecho no acomodarme y ver que cualquier propuesta a nivel laboral es posible. Me ha hecho valorar, como a muchos otros, cosas a las que tal vez no les daba tanta importancia. Pero confieso que me he vuelto más misántropa y he perdido un poco la fe en la sociedad”.

“A la gente le pediría que toda esa rabia que depositan en nosotros y lo único que hacen es cargarnos más emocionalmente que salieran en masa a pedir una sanidad más justa para todos. La pandemia ha sacado a la luz años de recortes. Hay fatiga pandémica por todos sitios porque de verdad que hemos notado un aumento de desprecios, malas formas, malas palabras… No he sufrido agresiones físicas, pero verbales y desprecios continuos sí. Muchas veces incluso te dicen ‘para esto te pago’”, cuenta Esther.

"No podemos estar fuera de los órganos de decisión"

“Queremos que se nos ponga en nuestro sitio. Hay que fidelizar plantillas y la enfermería debe ocupar puestos de gestión. No podemos quedarnos fuera de todos los órganos de decisión como está ocurriendo ahora”, denuncia el presidente del CAE. Tras tanto tiempo en primera línea durante la pandemia, “viendo a los pacientes y familias afectadas, y el sacrificio de los sanitarios, y luego ver cómo, en muchos casos, actuaba la población del otro lado, con poca consideración, empatía o respeto, ha hecho que se reafirme mi pensamiento de que tendemos hacia el individualismo y que si no cambiamos estamos abocados al fracaso”, finaliza la enfermera navarra María Monguilot.


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